Penas de hasta 18 años a los implicados, entre ellos famosos de la televisión, que hicieron orgías con 32 niños acogidos en el orfanato
04.09.10 - 00:37 - DM | LISBOA.
Uno de los procesos judiciales más tenebrosos de Portugal llegó ayer a su fin después de más de seis años, al considerar los jueces probados varios de los delitos por los que se sentaban en el banquillo los siete acusados de abusar de los niños del orfanato de la Casa Pía, en la capital lusa. Seis de los imputados se enfrentan a penas de entre 6 y 18 años de prisión, aunque de momento no pisarán la cárcel porque recurrirán el fallo.
A los condenados, entre los que destaca Carlos Cruz, uno de los presentadores más populares de la televisión portuguesa, se les acusa de abusar sexualmente de los 32 alumnos, además de lenocinio y uso indebido de fondos. El peor parado fue Carlos Silvino da Silva, de 53 años y chófer de la institución, condenado a 18 años al estimar los jueces que proporcionaba jóvenes como materia prima para orgías sexuales, además de abusar de ellos y entregarles dinero una vez finalizado el crimen. Silvino, que se enfrentó a más de 600 delitos, fue el único que se declaró arrepentido y contó al tribunal que durante su infancia fue víctima de abusos sexuales en la misma Casa Pía. El resto de los imputados se declararon inocentes y pidieron su absolución.
Sin embargo, los magistrados, que escucharon la declaración de 920 testigos durante 460 vistas, condenó a Carlos Cruz, de 68 años, a siete de prisión por actos con adolescentes; seis y ocho meses para el embajador Jorge Ritto; a siete al médico Ferreira Diniz; cinco años y nueve meses para Manuel Abrantes, antiguo director adjunto de Casa Pía; y a seis y dos meses al abogado Hugo Marçal. La única que absuelta fue Gertrudis Nunes, propietaria de la casa de Elvas, donde se organizaban las orgías. En el proceso, todos ellos hicieron declaraciones sobre «el mal uso de las pruebas», según Marçal.
Marginados o huérfanos
La Casa Pía, fundada en 1780 para acoger en régimen de internado a menores marginados o huérfanos, se situó en noviembre de 2002 en el punto de mira a raíz de las declaraciones de Joel, un ex alumno que acusó de abusos sexuales a los ahora condenados. Medios de comunicación lusos y extranjeros se volcaron en el asunto y dos días después empezaron las detenciones, saliendo a la luz una presunta red de pedofilia que no llegó a los juzgados hasta 2004. De los 32 niños sometidos a abusos sólo media docena se atrevieron a asistir al juicio.
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