La visión que el matutino construye sobre el proyecto que declara de interés público la producción de papel, resulta tan falaz y distorsionada de la realidad que podría asimilarse sin problemas a la tristemente célebre “publinota”, esa nefasta forma que practican algunos medios de encubrir intereses comerciales en artículos de supuesto contenido periodístico.
La llamada “publinota”, tan inocente que parece, es en realidad una de las formas más nefastas del periodismo gráfico actual. Engañosa por antonomasia, se caracteriza por presentar como contenido editorial aquello que para las empresas periodísticas es información interesada o paga, todo –claro– con la idea de darle cierta aura (ficticia) de credibilidad. En otras palabras: la publinota implica la naturalización misma del engaño. Tal vez, en el mejor de los casos, se indica que se trata de un “espacio de publicidad”, pero en el fondo es algo que jamás se deja del todo claro. Al fin y al cabo, ese tipo de advertencias funciona como un “yo te avisé” más que como un deseo real de que los lectores conozcan cuál es la verdadera naturaleza de ese contenido. Porque en cualquier escuela de periodismo se enseña que separar la información de la publicidad es, directamente, un básico.
El formato, no obstante, está tan institucionalizado que hasta tiene su traducción al inglés (advertorial), e incluso medios como La Nación y Perfil lo ofrecen en sus respectivos “media kits”. Clarín usa seguido las publinotas para promocionar sus negocios: lanzamientos de promociones, ferias que organiza, festivales de los que es auspiciante, aparición de nuevos coleccionables y reseñas de lo que pasó en ShowMatch, además de la información vinculada a Papel Prensa, empresa de la que el multimedios es accionista. En general se trata de notas bien escritas por periodistas de la redacción, que aparecen con títulos de tono informativo y, casi siempre, sin firma: toda una declaración de principios acerca de lo que implica la responsabilidad de informar.
Mala praxis. La cobertura que el diario realizó ayer del proyecto que declara de interés público la producción de papel fue tan parcial, tan sesgada, que alrededor de ella bien podría realizarse un estudio de caso sobre técnicas de desinformación. Veamos.
Para empezar, el diario ni siquiera llamó al proyecto por su nombre. Así, lo que los lectores de otros diarios conocieron como “proyecto de ley que declara de interés público la producción, comercialización y distribución de papel para diarios”, se convirtió en Clarín en un “proyecto oficialista para controlar el papel de diarios”.
La cobertura tampoco dejó claro el objetivo central del proyecto que, según el dictamen en Diputados, es que todos los diarios tengan acceso igualitario al papel al mismo precio, cosa que hoy no ocurre. En vez de eso, la nota principal comenzó hablando de lo que fue “otro día de furia contra el periodismo”, cuando el contenido real de la ley quedó limitado a un recuadro menor titulado “proyecto polémico”.
A lo largo de las últimas semanas, Clarín no informó de las audiencias públicas y foros participativos en los que empresarios, trabajadores y consumidores vinculados con diarios se expresaron acerca de la dificultad en su acceso al papel. El multimedios, que podría haber participado de las audiencias (eran públicas) no solamente no fue, sino que además evitó informar a sus lectores acerca de su existencia. En su edición de ayer, apenas habló en la línea 36 de la página 7 de “los foros que había promovido el Gobierno en doce ciudades, con presencia de gobernadores y más de un centenar de disertantes, según se dijo”.
El diario miente al informar que el gobierno “se tuvo que acoplar” a un proyecto del bloque que lidera Pino Solanas, ya que en realidad el proyecto que había enviado el Ejecutivo consistía apenas en una especie de “boceto” cuya intención se resumía en el artículo primero: la declaración de interés público. Por eso el dictamen de mayoría que se obtuvo en Diputados no quiere decir (como sostiene el diario) que “la iniciativa K quedó descartada”, sino que ese boceto tuvo necesariamente que nutrirse del proyecto alternativa de la diputada Cecilia Merchán, que aportó el marco normativo, y de un artículo del diputado Ariel Basteiro (Nuevo Encuentro) para declarar de interés público los procesos relacionados con la actividad forestal para la provisión del insumo básico para la pasta de celulosa. Es en ese sentido que Página/12 habló de un “acuerdo transversal para regular Papel Prensa”.
Más allá de las declaraciones de la presidenta –que, por lo demás, fueron tergiversadas hasta el ridículo– las notas no incluyeron un solo testimonio de los legisladores que se mostraron a favor del proyecto, quienes sí aparecieron en una foto con el sugestivo epígrafe “Juntitos”. El diario, en cambio, amplificó de una forma casi desmesurada las voces de los opositores Patricia Bullrich, Federico Pinedo, Ricardo Gil Lavedra y Adrián Pérez.
El matutino, por último, no dudó en presentar la noticia como un ataque a la libertad de expresión sin mencionar que la Argentina es el único país del mundo en el que los dueños de un diario son, al mismo tiempo, los productores del papel que venden a sus competidores. Pero los lectores de Clarín, sometidos como están al engaño de las publinotas, no pudieron tomar conocimiento de ese dato. ¿Habrá llegado el momento de democratizar la palabra escrita? Tal vez, mirando la edición de ayer, cobre más vigencia que nunca aquella frase que allá por los ’80 pronunció el finado César Jaroslavsky. “Hay que cuidarse de ese diario –advirtió entonces el radical–. Ataca como partido político y, si uno le contesta, se defiende con la libertad de prensa.”
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