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martes, 26 de octubre de 2010

“Nunca llevaría una camiseta con la foto del Che y la frase 'Mi papá vive'”


Por Miguel Russo
contacto@miradasalsur.com

 
 
Revoluciones de un hombre nuevo

La voz firme y grave recita el poema Los heraldos negros de César Vallejo, mientras en la pantalla se suceden imágenes de una lluvia de napalm que incendia casas y campos vietnamitas. Desde la cinta de un viejo grabador Ernesto Che Guevara deja este y otros poemas a modo de despedida, para su esposa Aleida March. Así, el documental Che, un hombre nuevo, del realizador Tristán Bauer, comienza el recorrido por la vida de la figura política más influyente de la historia latinoamericana del siglo XX.
Documentales del Sur.-

Marzo de 1965: el Che tiene en brazos al pequeño Ernesto recién nacido. A su lado, Camilo, con 3 años. || El primer cumpleaños de Camilo. La familia festeja a pleno y no faltan las botellas de Coca Cola. || “‘¿Ernesto, Guevara?’, le dijo mi madre a mi padre, ‘son dos nombres muy pesados para un recién nacido’”. (DIEGO SPIVACOW)


 Más que endurecerse sin perder la ternura, como planteaba su padre, Camilo Guevara se enternece sin perder la dureza. Esa dureza que no admite ningún retruque a la hora de las fotos, cuando se niega de manera tajante. “No, no, dije que no, y no habrá coño que me haga cambiar de parecer”, responde una y otra vez ante los pedidos. Y, claro, la comparación con su padre diciéndole que no a Korda es inmediata. Camilo Guevara es el hijo varón mayor del Che. Y, como si lo del apellido fuera poco, lleva el nombre de Cienfuegos. El único, dicen, al que el Che le permitía cierto tipo de bromas. Por ejemplo, el de emboscarse detrás de las puertas de los despachos cuando escuchaban los taconeos de los borceguíes del otro y sorprenderse desenfundando las pistolas con las que, juntos, habían liberado Cuba. Guevara y Camilo, dos herencias pesadísimas para este hombre de 48 años que hoy dirige el Centro de Estudios Che Guevara y visitó la Argentina para estar en la avant première de la película de Tristán Bauer Che, un hombre nuevo. Una mochila, como él mismo la llama, pero que lleva gustoso, tranquilo: “Orgullosísimo”. Entonces, mientras mira el entramado de Puerto Madero por la ventana del departamento que alquila la Universidad de San Martín, encargada de traerlo, y deja que se enfríe el café doble que pidió, se larga con el cantito típico de todo cubano: “Camilo, Guevara, entiendo que para cualquier persona parezca difícil. Pero no olvidemos que, además, iba a ser Ernesto. Así como lo fue él. Los primeros hijos varones de la familia repetían el nombre de su padre. Pero, claro, por suerte mi madre le dijo eso a mi papá”.

–Parece una revista del corazón, el diálogo íntimo entre Aleida March y Ernesto Guevara. ¿Qué le dijo su madre a su padre?
–“Son dos nombres muy pesados, Ernesto y Guevara, ten en cuenta que es un niño recién nacido”.
–Bueno, el Che también fue un niño recién nacido en 1928...
–Sí, pero no había existido el Che antes de él.
–Volvamos al reproche de su madre...
–Mi papá lo pensó un rato. Cuenta mi madre que repitió “Ernesto” y “Guevara” varias veces y luego dijo “Bueno, pongámosle Camilo, entonces”.
–Vuelta a empezar, Guevara, Camilo...
–Sí, pero para mí no ha sido ningún problema. Camilo ha sido un hombre excepcional, una persona muy querida. Es un honor llevar su nombre. Y lo mismo el apellido de mi viejo, de mi familia. No digo nada nuevo al afirmar que todos tienen un espacio íntimo en la casa donde está la foto del Che. Para mí es un gran honor. Por supuesto que hay momentos en los cuales uno se plantea ciertas cosas con el apellido, pero lo fundamental es que en Cuba, y hasta ahora en todas partes donde fui, las personas tienen en cuenta y consideran mis defectos y mis virtudes. Pero, en realidad, no tengo problemas. Hasta puede ser que me perdonen más los defectos con esos nombres. Pero, fuera de broma, es un orgullo, lo mismo que ser hijo de mi madraza.
–¿Qué tareas desarrolla en Cuba?
–Estoy al frente del Centro de Estudios Che Guevara. El centro comenzó allá por 1983/1984. Primero, lo hizo como organizador de los archivos personales de mi padre. Comenzamos a reunir y articular todos los documentos que existían, todos los materiales escritos y fotográficos. Y nos dispusimos a ordenarlos, a darles una cierta continuidad a todos para que tuvieran un sentido cronológico y, por supuesto, ideológico. Luego comenzamos a estudiar su obra y, con el tiempo, se fue haciendo una cosa mucho más organizada, mucho más seria y dejó de ser el esfuerzo individual de dos personas, mi madre y yo. Llevamos adelante tareas de investigación y de publicación de toda su obra. Fuimos reuniendo artículos que, en vida de mi padre, habían quedado relegados. Notas que no tenían mucho interés, papeles que juzgaban que no fueran publicados. Por suerte, en ese sentido, fue una de las pocas cosas en que mi madre no le había hecho caso a mi padre. Él le decía que tirara muchos de esos papeles. Y ella los guardó. Están los diarios por América en motoneta, el diario con Calica Ferrer, cuadernos filosóficos.
–¿Cuadernos filosóficos?
–Fue un intento suyo de ir armando una especie de diccionario filosófico. Una reconstrucción de entradas que fue haciendo con el correr del tiempo. Él tenía la idea de ir plasmando, poniendo por escrito, todas las cosas que iban sucediendo. O, al menos, las más importantes. Y después sus discursos, sus trabajos, sus reflexiones intelectuales, alguna que otra cosa de ficción. Cosas de una enorme importancia para reconstruir toda la vida y el pensamiento político del Che.
–¿Alguna vez se topó con algún documento o con algún escrito que él hubiera dicho que no convenía publicar?
–Bueno, hay cosas que hemos encontrado y que no estaban publicadas y, se supone, que por orden expresa de él. En el Centro de Estudios podemos tomar la decisión de no publicar determinados textos, pero no cuando eso provoque un hueco, un vacío en la ruta del Che. Todos los elementos nuevos fueron publicados. Nuestra idea es que todo se publique para que la gente tenga acceso a esa obra. Por lo menos, en lo fundamental de su ideario y de su vida. De hecho, ya está publicado el grueso de su pensamiento. Y en el centro tenemos una máxima que no abandonamos: leerlo y estudiarlo con detenimiento es la mejor manera de aproximarse al Che.
–Es indudable que su aproximación al Che, manejando sus papeles, su historia, sus escritos está dada. Pero, ¿cuál es el último recuerdo que tiene de su padre?
–Yo era muy pequeño cuando ocurrió, me acuerdo muy poco. Ni siquiera estoy seguro de que sea cierto el último encuentro que recuerdo. Por suerte, el Che siempre está presente en fotos, en videos, en películas, en libros, materiales que veo una y otra vez. De esa manera siempre está presente, y eso me ocurría desde niño. Esas imágenes las fui metiendo en mi cabeza, y de ese modo, se reconstruyeron cosas de las cuales no hablo muchas veces porque no tengo la certeza de que sean ciertas.
–¿De qué cosas, por ejemplo?
–De encuentros, claro. Muchas veces creo haber vivido cosas que quizás fui armando en base a algunas secuencias vividas y a visitas ciertas suyas, pero también con datos, películas, cosas que me contaron. Todo eso se me va metiendo en mi cabeza y se forma una película en la cual estamos mi padre y yo. Armo mi propio recuerdo, donde se mezclan verdades y materiales fílmicos.
–Entonces, como una película o como una secuencia real, ¿cómo arma ese último recuerdo?
–Yo tenía tres años cuando él sale para el Congo. Regresa en 1965, precisamente para comenzar la lucha en Bolivia. Y llegó a la casa donde vivíamos mi madre y mis hermanos disfrazado, completamente transformado. Y ese es el momento en que se despide de la familia. Yo tendría cerca de cuatro años. Y lo veo aún, cuando trato de recordar ese momento, pelado, con anteojos y su misma mirada desde la punta de la mesa donde cenábamos juntos.
–Cuando piensa en su padre, ¿lo piensa como papá o lo piensa como el Che?
–Claro que como padre, como “papi”, como lo llamaba, pero se mezclan un poco las cosas. Fui educado, de alguna forma, en la presencia no presente de mi padre y en la eternidad del Che. Soy cubano, nacido en una generación en la cual el Che fue la marca durante todo su crecimiento. Y es como que existe siempre esa admiración, ese respeto de la distancia. Pero, por otra parte, está este sentimiento del hijo, de ser parte de su familia. Alguien puede ver lo que le pasó al Che y analizarlo como político, como dirigente, como pensador. Yo, además de todos esos enfoques, lo veo como un padre, por más raro que les parezca a los demás. Es una suerte de sentimientos encontrados. No es que lo esté marcando todo el tiempo, ni diciéndole a cada uno con el que me cruzo “ojo que el Che es mi papá, ¿eh?”.
–¿Por eso lo sigue llamando “Che” en lugar de “papá”?
–Me siento cómodo diciéndole “Che”, llamándolo como lo llama todo el mundo.
–Usted dice que el Che marcó una época y una generación de cubanos. ¿La marcó más que Fidel?
–No se trata de quién más quién menos. Después de la muerte del Che y antes de que el Che llegara a Cuba, incluso antes de que el Che se plegara al Movimiento 26 de Julio, Fidel ya era Fidel, un líder. La importancia de ambas personas para nuestra historia es incuestionable. Después de la muerte del Che, Cuba estuvo presente en montones de actos y acciones de importancia a nivel mundial y, sobre todo, con una actitud digna, de principios, de fe irrenunciable. Y mucho tiene que ver con eso el pensamiento de Fidel, un hombre con una entereza incuestionable. Un hombre que debió vivir con muchos años de campaña contra él. La misma campaña que se hizo y se sigue haciendo contra Cuba. Una campaña financiada con los intereses de los poderosos, realizada por los que tienen las armas más sofisticadas y los medios más contundentes: los yanquis. De ese modo atacan a Fidel. Y atacaron al Che, trataron de cuestionarlo todo el tiempo y terminaron matándolo, pero no pudieron hacerlo desaparecer del imaginario político de los últimos cincuenta años. Y no podrán. Cuando se estudia al Che o a Fidel se comprende la importancia de sus pensamientos, el valor de su lucha, la entereza y la integridad de sus acciones. Pero cuando uno se acerca sin prejuicios a personas como Fidel o como el Che, se comprende que son tipos únicos. Y muchos otros, claro, que quedan opacados al lado de hombres semejantes. Pero eso es Cuba, la historia de un pueblo, no de un solo individuo. Un pueblo que, con Fidel y el Che como estandartes, llevó a cabo ese fenómeno que, pese a todos los intereses en contra, se llamó revolución cubana.
–Vive en Cuba, trabaja en Cuba. Un sector muy grande y muy poderoso de las noticias dice que Cuba está mal, que su política debe abrirse al “mundo libre” y que el pueblo quiere irse en busca de lo que ellos llaman “democracia”. ¿Cómo es Cuba hoy?
–Cuba es un país que está a noventa millas de Estados Unidos, un país que trata de intensificar minuto a minuto sus relaciones con América latina. Un país que fue uno de los últimos en liberarse de ser colonia. Estuvimos más de 400 años bajo dominio español primero y yanqui después. Creamos, a partir de 1959, nuestro propio proyecto de nación. Y estamos tratando de que ese proyecto sea cierto todos los días.
–Ese proyecto de nación, ¿sigue estando obligado a ser alternativo al capitalismo?
–En Cuba, en el mejor de los casos, existieron burgueses, pero no burguesía nacional con intereses propios. Para que pueda existir burguesía nacional en Cuba, los yanquis deben ser diferentes a lo que son. Y eso no va a ocurrir. Por eso es que, si queremos ser nosotros mismos, nosotros de manera verdadera, debemos tener una mirada alternativa a todo lo que sea política hegemónica de los Estados Unidos, que es lo mismo que decir a todo lo que sea capitalismo. Ser cubanos es tener una perspectiva propia, un futuro propio, una Meca propia. Y para lograr eso hay que tener una política propia. Política que no puede ser otra cosa que alternativa a la norteamericana. Nuestro proyecto es muy afín al socialismo. Y por eso luchamos. Es natural. Hay otros países en América que están mejor preparados que nosotros para un logro de esa naturaleza. Algunos de ellos porque conservan aún mucho de sus nociones aborígenes, que vivieron siempre, más o menos, en ese tipo de comunidad.
–Pero faltaría para hacerlo una decisión ideológica, política...
–Exacto. Y también existen en varios países. Claro que deben fraguar ambas decisiones. Cuba está tratando de hacer eso desde hace mucho tiempo en condiciones que son muy hostiles. Los Estados Unidos comprendieron que no pueden darle la libertad a Cuba para hacer lo que quiere porque eso podría afectar sus intereses de dominio total del mundo. Cuba es pequeña, no es rica, no tiene un peso, pero lleva cincuenta años de resistencia. Fue capaz de ir al África a ayudar a la independencia de varios países y de cambiar la correlación de fuerzas en otros. Son ejemplos peligrosos para los intereses del imperio, pero bueno, está en nuestra naturaleza. Estamos en eso: en resistir y desarrollarnos. Es complicado. Es muy fácil decirlo, pero muy complicado hacerlo y mantenerlo.
–¿Tiene la remera del Che o, al menos, un póster en su pieza?
–No, para nada. En el Centro estamos en contacto permanente y diario con su pensamiento, con su mensaje, con sus ideas, con su vida. Con todo eso hacemos una construcción que no necesita un póster en ninguna pared. Y cuando me regalan alguno o una remera en algún viaje, al regresar a Cuba la entrego al Centro de Estudios. No me gusta mucho eso de las camisetas y los afiches. Pienso que lo más importante en mi vida no es llevar a mi padre en la camiseta sino llevarlo en la cabeza y en el corazón. Además, sería bastante absurdo una remera con la foto de Korda y la frase “Mi papá vive”.

• 15 DE FEBRERO DE 1966
Queridos Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto:
Si alguna vez tienen que leer esta carta, será porque yo no esté entre ustedes.
Casi no se acordarán de mí y los más chiquitos no recordarán nada.
Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones.
Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.
Hasta siempre hijitos, espero verlos todavía. Un beso grandote y un gran abrazo de Papá.

• El film de Tristán Bauer
“Trabajamos con Tristán Bauer hace mucho. Teníamos mucho material y creímos que éste era el momento de entregarlo. Además, encontramos a la persona indicada. Bauer es una excelente persona y un gran profesional. No siempre se puede tener una visión tan amplia como la que se da a entender en esta película. Nosotros ayudamos a recuperar ese material, de manera que mucho ya lo habíamos visto y sabíamos que ese material era muy interesante. Dan la dimensión enorme del político y también la dimensión del humano.”

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